Durante la revolución industrial, a finales del siglo XVIII y finales del XIX, un gran número de trabajadores agrícolas emigraron a las ciudades y los artesanos fueron reemplazados por las máquinas. En las fábricas, la mayoría de los trabajadores eran niños.
Había dos tipos de trabajo infantil: Los aprendices de parroquia, que eran niños huérfanos a los que los dueños de las fábricas les proporcionaban vivienda y comida a cambio de su trabajo, y los que trabajaban gratis a cambio de nada. El trabajo de las fábricas era un refugio para las familias a las que no les quedaba otra opción para sobrevivir que confiar en los pequeños salarios de sus hijos para salir de la pobreza.
Los niños estaban expuestos a productos tóxicos, y en las fábricas de algodón utilizaban maquinaria peligrosa que a veces les producían graves lesiones e incluso la muerte. La jornada era agotadora, de 5 de la mañana a 10 de la noche con una hora de descanso, seis días a la semana. No se les permitía usar relojes para que no controlasen el tiempo y aprovecharse de ellos.
En algunas zonas cercanas a los Alpes, se utilizaba a los niños como deshollinadores por su pequeño tamaño. Viajaban con su jefe a pie y dormían en habitaciones sucias y húmedas. el jefe les proporcionaba ropa, zapatos y el equipo para deshollinar.
Para limpiar las chimeneas escalaban por dentro del conducto con una escalera, una cuerda y un raspador para el hollín. Trabajaban catorce horas al día y, a causa de la dureza de este trabajo, no podían respirar bien, y algunos terminaban quedándose ciegos debido al hollín. En algunos lugares los jefes pagaban a sus padres con el dinero equivalente a un ternero.
BLOGUERO DE 6º: SERGIO BENITO
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